Conectados pero desempleados, la realidad laboral de los jóvenes latinoamericanos en la era digital

Conectados pero desempleados, la realidad laboral de los jóvenes latinoamericanos en la era digital

Latin American youth face employment challenges in the midst of the transition to a digital economy, marked by inequalities, precariousness and high unemployment rates. Artificial intelligence, which threatens to replace traditional roles, demands new skills of adaptability and resilience. In the 2011 image, a group of young people work in a telemarketing call centre in Manizales, Colombia.

(Guillermo Legaria/AFP)

En medio de una transición hacia una economía cada vez más digitalizada, la juventud latinoamericana enfrenta una encrucijada laboral marcada por contrastes económicos y sociales. Los mileniales y generación Z, representantes de una población activa en constante crecimiento, se encuentran en el epicentro de esta transformación, donde las desigualdades, la informalidad laboral y la necesidad de adaptación a tiempos de inteligencia artificial (IA) plantean retos importantes.

Francesco Carella, especialista regional de la OIT para América Latina y el Caribe, explica a Equal Times que los desafíos de la era digital tienen un profundo impacto en la realidad laboral de los jóvenes de la región. Y estos van desde la protección de los datos personales de los trabajadores hasta la urgente necesidad de establecer una gobernanza internacional sobre las plataformas digitales, así como la regulación del teletrabajo y el trabajo a distancia.

Además, aspectos como las habilidades digitales, especialmente entre los jóvenes, amplificados por la pandemia de covid-19, requieren medidas para frenar la precariedad de la fuerza de trabajo en una región ya afectada por altas tasas de desempleo e informalidad laboral.

Barreras a la transición laboral inclusiva

“Las desigualdades en América Latina tienen un impacto significativo en la situación laboral de los jóvenes, especialmente en un contexto de transformación hacia un mundo más digitalizado y de inteligencia artificial”, señala Nallely Domínguez, integrante del Comité de la Juventud Trabajadora de las Américas (CJTA) de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA). Domínguez destaca que la región tiene una deuda pendiente en materia de inclusión laboral de los jóvenes, pues estos no solo enfrentan obstáculos para acceder al mercado laboral, sino que cuando lo hacen tienden a ocupar empleos precarios o informales, a diferencia de la población adulta.

Según un informe de la CEPAL, al menos un 23% de los jóvenes latinoamericanos ni estudia ni trabaja, y casi un 16% de los adolescentes no asiste a la escuela.

Además, más del 70% de los jóvenes que no participan ni en los estudios ni en el mercado laboral son mujeres, reflejando barreras socioeconómicas, educativas y de género que restringen las oportunidades de una inserción laboral digna.

En cuanto a las cifras de desempleo, la tasa entre los jóvenes es aproximadamente tres veces mayor que la de los adultos en la mayoría de los países de la región; mientras que la informalidad laboral también afecta al 53,4% de los jóvenes de entre 15 y 29 años, siendo cifras que contribuyen a perpetuar el circulo de pobreza y desigualdad en la región.

Según Domínguez, la disparidad en el acceso a la educación en la región priva a muchos jóvenes de una formación de calidad que les prepare para los empleos del futuro, especialmente los vinculados a la tecnología y las competencias digitales, lo que les empuja a un futuro marcado por la incertidumbre, la precariedad laboral y la exclusión económica.

“La digitalización del trabajo puede profundizar las desigualdades existentes, ya que aquellos con acceso limitado a la tecnología y la educación digitalizada enfrentan mayores barreras para acceder a empleos de calidad. Esto puede generar una mayor división entre los jóvenes que tienen acceso a las oportunidades digitales y los que no”, añade.

Precarización en la era digital, realidad de los jóvenes trabajadores

“Los jóvenes de la región enfrentan una creciente intermitencia laboral, atribuible en parte a su constante entrada y salida de la fuerza laboral. Esta mayor inestabilidad ocupacional también se vincula estrechamente con su participación predominante en actividades informales, las cuales suelen caracterizarse por su precariedad y escasa calificación”, afirma el especialista regional de la OIT para América Latina y el Caribe.

Carella advierte de que esta inestabilidad laboral compromete la capacidad de los jóvenes para adquirir las habilidades necesarias para su futuro profesional, incluidas las competencias digitales. Lo que supone una realidad que los condena no solo a tener bajas expectativas de aspiración profesional, sino que también los deja más vulnerables.

En Bolivia, por ejemplo, el boletín del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) revela que la mayoría de los jóvenes económicamente activos (52%) se encuentran en el sector informal. Allí, desempeñan empleos precarios y desprovistos de protección social. Muchos de ellos (60%) trabajando jornadas extenuantes de hasta 14 horas diarias.

La informalidad laboral deja a los jóvenes sin garantías básicas y beneficios como el seguro médico o las vacaciones pagadas, lo que les dificulta la planificación a largo plazo y genera inseguridad para ellos y sus familias. También les expone a imprevistos como una enfermedad repentina o la pérdida brusca del empleo, que acentúan su ya precaria situación.

Por otro lado, la digitalización en el lugar de trabajo, intensificada tras la pandemia de covid-19, también ha planteado nuevas preguntas en relación con la normativa laboral. Modalidades como el teletrabajo, el emprendimiento o el trabajo independiente han ganado protagonismo, atrayendo el interés de mileniales y generación Z hacia estos nuevos espacios laborales, que suponen nuevos desafíos.

“Si nos escuchan como jóvenes, a menudo puede parecer que hemos comprado el discurso de emprendedor, con la posibilidad de elegir horarios y tener cierta autonomía sobre nuestro tiempo. Pero no es necesariamente así”, asegura Domínguez. La representante sindical comenta que ser autónomo no significa necesariamente renunciar a los derechos obtenidos a través de la lucha sindical. Al contrario, sostiene que estos cambios: “nos desafían a reimaginar y redefinir nuevos derechos laborales en lo que se denomina una ‘revolución 4.0’, a fin de garantizar mejores condiciones para la clase trabajadora”.

En ese sentido, el teletrabajo, por ejemplo, emerge como una modalidad “asociada a una relación de dependencia, es decir, a un contrato o relación laboral entre empleador y trabajador. Esto significa que la regulación debe atender tanto el medio de prestación del servicio o la plataforma tecnológica, como el lugar desde donde se realiza el servicio, ‘desde mi casa, desde un coche, etc.’. Pero bueno, el problema es que sabemos que todavía hay muchas áreas grises en la regulación de esta modalidad de teletrabajo y trabajo a distancia”, explica el experto de la OIT.

Brechas digitales e IA, nuevos retos

“En general, si bien algunos jóvenes en América Latina pueden estar bien preparados para enfrentar los desafíos de la digitalización del trabajo y la inteligencia artificial, todavía hay un largo camino por recorrer en términos de garantizar que todos puedan luchar por nuevos derechos en esta nueva forma de organización laboral y tener acceso a la educación, la capacitación y los recursos necesarios para prosperar en la economía digitalizada”, dice Domínguez.

Un informe de la OIT señala que las transformaciones tecnológicas podrían agravar los desafíos que ya enfrentan los jóvenes latinoamericanos en el mercado laboral. Las brechas digitales o el acceso limitado a infraestructuras adecuadas jugarán un papel clave en su capacidad para acceder a empleos cualificados, especialmente en áreas rurales donde la conectividad digital es aún un privilegio lejano.

“En las zonas rurales, no tienen ni han tenido acceso al mundo digital. Todavía no tienen acceso a la electricidad, ni al agua potable, ni acceso a una educación de calidad. Entonces, si no han tenido acceso a esto, que es lo básico, es mucho más difícil conectarlos digitalmente. La juventud rural está mucho más marginada. Y esto pasa en todos los países de América Latina [para quienes viven] en zonas rurales”, explica Mario Andrés Castrillón, vicepresidente de Juventudes de la Confederación de Trabajadores de Colombia.

“En esta era digital, vemos que los jóvenes se encuentran en una situación de desempleo mucho mayor. Podríamos pensar que la era digital debería habernos ayudado a reducir la brecha, pero no ha sido así. A pesar de que los jóvenes están más conectados que nunca a internet, a las aplicaciones y a otras herramientas [digitales], esta conectividad no se está traduciendo en oportunidades laborales. Hay más tiempo conectado al consumo, pero el desempleo juvenil sigue siendo muy alto en la región”, dice.

Por otra parte, la situación de los jóvenes también se ha visto influenciada por la llegada de la inteligencia artificial. Si bien puede mejorar la eficiencia en algunos aspectos, también plantea el riesgo de reemplazar roles fácilmente automatizables, generando incertidumbre sobre el futuro del empleo. Ante esta realidad, urge que los jóvenes latinoamericanos desarrollen habilidades de adaptabilidad y resiliencia que les permitan enfrentar un mercado laboral en constante evolución.

“A medida que más jóvenes ingresan al mercado laboral digital, es importante garantizar que tengan acceso a trabajos decentes, con salarios justos, condiciones laborales seguras y protección social adecuada. Esto puede lograrse a través de la promoción de políticas y regulaciones que fomenten la formalización del empleo en plataformas digitales y la aplicación efectiva de los derechos laborales existentes”, afirma Domínguez.

Otro aspecto fundamental, abordado en este caso por el experto de la OIT, es la protección de la información personal de los trabajadores. “Sabemos que las empresas de plataformas digitales recopilan y utilizan muchísimos datos sobre los trabajadores y los clientes. Datos personales, rastros de movimientos, evaluaciones, etc. Esta información se utiliza para perfeccionar los algoritmos de aprendizaje automático de las plataformas. Y si los trabajadores no alcanzan estándares establecidos por ese algoritmo, [este] puede dejar de asignarles tareas o hasta puede decidir despedirlos”, señala Carella sobre la necesidad de regular el uso de datos y establecer responsabilidades en el control de algoritmos, que juegan un papel cada vez más importante en la toma de decisiones laborales.

Por su parte, Domínguez también destaca la importancia de promover la participación activa de los jóvenes trabajadores en los procesos de toma de decisiones que afectan a sus derechos laborales.

Para lograrlo, considera esencial fortalecer las organizaciones sindicales juveniles y promover un diálogo social más inclusivo. Pues “solo a través de un enfoque colaborativo y equitativo” será posible abordar adecuadamente los retos que plantean la digitalización y la inteligencia artificial en la era actual y garantizar así un acceso más justo a empleos estables y dignos para las generaciones futuras, concluye.

This article has been translated from Spanish.