Un distrito posindustrial de Nápoles, en Italia, pasa a la acción para volver a tener un mar sano

Un distrito posindustrial de Nápoles, en Italia, pasa a la acción para volver a tener un mar sano

An aerial photo of the islet Nisida. Behind this view is the former state-owned Italsider steelworks in Bagnoli, Naples, taken on 6 August 2018. Until its closure in 1992, it was the largest steelworks in Italy. Today the shuttered industrial area is described as a toxic monument to the “environmental and social costs of doing business”.

(Paolo Manzo/NurPhoto via AFP)
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La playa situada en la punta de Bagnoli, con vistas a las aguas turquesas del mar Mediterráneo y rodeada de acantilados en el extremo occidental de Nápoles, debería ser una imagen de tranquilidad, pero no lo es.

“No podemos bañarnos por la contaminación extrema de la antigua zona industrial”, explica Anja Raggia, una residente local. “La contaminación tóxica también se propaga por el viento y es la causa de tumores y otras enfermedades entre la población local”.

Detrás de la playa, los restos de la industria acechan en el horizonte. Hasta 1992, Bagnoli tenía una de las principales acerías de Italia, dirigida por la empresa estatal Italsider, en una zona industrial enorme que también producía cemento y amianto. Años después del cierre de estas industrias, numerosos estudios revisados por expertos muestran la persistencia de altas concentraciones de sustancias peligrosas y a menudo cancerígenas en el agua y el suelo.

La contaminación también afecta a los medios de subsistencia de la población: la pesca era una industria vital para Nápoles desde su creación como ciudad y puesto de avanzada de la antigua Grecia. Sin embargo, en Bagnoli, de manera similar a otras antiguas acerías en toda Italia, la industria ha “contaminado gravemente” la zona marítima cercana y tiene “efectos genotóxicos tanto en los peces como en los moluscos”.

La playa pertenece a todos… en teoría

Nápoles es la ciudad más importante en el sur de Italia y la tercera ciudad más grande del país después de Roma y Milán. Es famosa por su buena gastronomía, sus calles caóticas, una rica historia y un declive económico reciente.

“Nápoles tiene 25 kilómetros de costa y el acceso a una gran parte de ella está prohibido a causa de la contaminación”, cuenta Rossario Nasti a Equal Times, un napolitano que forma parte de Mare Libero (Mar libre), un movimiento de base en toda Italia que lucha por un mar sano y accesible.

“No se puede acceder al puerto debido a los barcos de crucero y otro tipo de embarcaciones. No se puede acceder a otras partes porque son propiedad privada”.</

Muchas playas de Nápoles o sus rutas de acceso están privatizadas. Nasti continúa: “Como consecuencia, el 96% de la costa [en Nápoles] es de propiedad privada o inaccesible. La misión de Mare Libero es devolver el mar a los napolitanos y a todos. Queremos reivindicar un mar sano como patrimonio común [nota de la editora: tierras o recursos que todo el mundo tiene derecho a utilizar y la responsabilidad colectiva de cuidar].”

La situación de Nápoles sintetiza un problema de mayores dimensiones en Italia. Técnicamente, la costa está nacionalizada; sin embargo, los propietarios de las playas compran extensiones de tierra y cobran sumas elevadas a los bañistas para acceder a ellas. La contaminación también es generalizada.

Nasti explica que Mare Libero emplea múltiples estrategias en Nápoles: “Emprendemos acciones directas, como abrir las verjas que impiden el acceso. Emprendemos acciones simbólicas, como crear una playa delante del ayuntamiento de Nápoles con tumbonas y redes de voleibol. Emprendemos acciones legales, como demandar al ayuntamiento y las autoridades portuarias, por ejemplo, por cerrar las verjas ilegalmente”.

Cabe mencionar otras acciones como la entrada masiva en playas privatizadas. También se utilizan canoas para distribuir folletos a los bañistas de playas privadas en los que se explica que el acceso a la playa debería ser gratuito para todos. Mare Libero en Nápoles también ha elaborado un mapa de las playas privatizadas de la ciudad, así como de los lugares donde se realizan vertidos ilegales de aguas residuales, y ha compartido esta investigación con las instituciones encargadas de hacer cumplir las normas para lograr un mar sano.

“Las empresas no pagan la totalidad de los costes sociales y ambientales de su actividad”

El desempleo es otro legado para las comunidades de clase trabajadora de Bagnoli, que creció rápidamente cuando las acerías abrieron en 1912 y más tarde emplearía a 12.000 trabajadores. Representa más del doble del cuarto de la población actual estimada de Bagnoli (21.773 habitantes).

Nápoles es la capital de la región de Campania, que registra la tasa de desempleo más elevada de Italia (17,4%).

“Actualmente es una zona muy pobre”, dice Lorenzo Lodato, otro residente local, sobre Bagnoli. “Hay muy poco empleo, y no hay industria manufacturera ni turismo. No tenemos nada”.

Después de que cerrara la acería, el Estado hizo grandes promesas de descontaminar y regenerar Bagnoli. Pocas se materializaron. Algunas iniciativas empeoraron la situación y costaron millones a las arcas públicas. Por ejemplo, una empresa municipal de propiedad estatal llamada Bagnoli Futura se hizo cargo de la mayoría de la zona industrial en 2005 y quebró ocho años después. En 2013, los investigadores descubrieron que la empresa no estaba descontaminando Bagnoli en absoluto, sino extendiendo las sustancias contaminantes en una zona más amplia de Bagnoli.

David Whyte, un profesor de justicia climática en la Universidad Queen Mary de Londres, explica que esta historia se repite en todo el mundo: “Las empresas no tienen que pagar por los daños ecológicos y ambientales que causan, ni por el caos en el que dejan a las comunidades. La empresa como entidad contable disfruta de un estatus particular en materia de ganancias y pérdidas, que solo se miden de forma muy restringida. No incluyen la totalidad de los costes de la actividad empresarial y esos costes los asume la comunidad. Así que, en muchos sentidos, la empresa en sí misma se basa en la idea de que nunca va a pagar la totalidad de los costes sociales y ambientales de su actividad. No solo se considera normal, sino que está respaldado por una economía capitalista dominada por empresas que tienen esos privilegios para provocar daños allí donde vayan y no pagar nunca por ellos a través de los costes”.

Whyte señala otros ejemplos, como la devastación provocada por las petroleras multinacionales BP y Shell en el delta del Níger y el impacto de Texaco y Chevron en Ecuador: “Los niveles de explotación son peores y más generalizados en el Sur Global, pero es exactamente el mismo proceso”.

El patrimonio urbano común de Nápoles

Raggia y Lodato participan en un espacio autogestionado llamado Lido Pola, que anteriormente era una zona abandonada de baño con restaurante cerca de la playa contaminada. Es uno de los patrimonios urbanos comunes de Nápoles –reconocido formalmente en la legislación municipal de Nápoles–, organizado mediante asambleas semanales por y para las comunidades locales. Los residentes locales ocuparon Lido Pola en 2013, como punto focal para exigir el acceso a un mar sano. Es un espacio para todos, donde se organizan actividades sociales, educativas, de ocio y políticas y donde los residentes se prestan ayuda mutuamente.

“Lido Pola es un espacio para replantear Bagnoli,” dice Raggia. “En la ciudad solo hay calles [en lugar de espacios públicos]. En Lido Pola compartimos a través de la cultura y la política. Soy pintor y ofrezco a los artistas un espacio donde exhibir sus obras. Este espacio es para la clase trabajadora, ya que es de uso gratuito”.

Lodato añade: “Celebramos muchas reuniones con la población local, otros usuarios de patrimonios comunes y visitantes internacionales que vienen a Nápoles. Estamos en contacto con escuelas e instituciones académicas de investigación y también con asociaciones locales. Por ejemplo, uno de ellos [de los grupos locales] está instalando el alumbrado en las canchas de baloncesto en Bagnoli porque los servicios públicos carecen de financiación suficiente”.

Lido Pola está situado en el extremo oriental de Bagnoli. Al oeste y más cerca del centro de Bagnoli se encuentra otro patrimonio urbano común, Villa Medusa, una antigua mansión construida antes de la industrialización de Bagnoli. Más tarde quedó abandonada y experimentó un proceso similar, ya que fue ocupada en 2013 por los residentes locales y fue reconocida formalmente en 2016 en la legislación municipal de Nápoles como un patrimonio urbano común coordinado mediante asambleas semanales públicas y abiertas.

En Villa Medusa se organiza ayuda mutua, iniciativas sociales, actividades políticas y de ocio y aprendizaje, así como una biblioteca autogestionada. Otras actividades incluyen carpintería o baile. Esta antigua mansión es también un espacio para asociaciones y movimientos sociales que ofrecen apoyo a los trabajadores, incluido un servicio de asistencia para los trabajadores que sufren explotación y una oficina del Movimiento de Desempleados 7 de Noviembre: un grupo de base de desempleados que se creó en Bagnoli en esa fecha en 2014 y que lucha por un trabajo decente para todos.

La antigua mansión también es el lugar donde se reúne el Observatorio Popular de Bagnoli, un movimiento social de los vecinos de Bagnoli. “Su cometido es supervisar la fase de descontaminación y realizar una labor de promoción en los nuevos planes para la antigua zona industrial, la cual incluye conseguir que las autoridades incorporen contratos sociales para crear empleo para Bagnoli”, explica Dario Oropallo.

Participa en Villa Medusa y es estudiante de posgrado en humanidades en la Universidad de Nápoles “L’Orientale”. Oropallo también participó en la película de 2023 Flegrea – Un Futuro per Bagnoli (Flegrea: un futuro para Bagnoli). Esta película premiada relata a través de dos hermanos de Bagnoli los desafíos de vivir en este distrito y presenta el Observatorio como una herramienta de poder democrático participativo.

El Observatorio se reúne periódicamente, organiza eventos sociales para movilizar y compartir información en todo Bagnoli, celebra conferencias de prensa y utiliza otros medios para crear conciencia sobre lo que está sucediendo en un sentido más amplio. También interviene y presiona a la ciudad y a otras autoridades para que cumplan sus promesas de descontaminar y crear un Bagnoli ecológicamente saludable.

Oropallo continúa: “El principal objetivo del Observatorio es descontaminar y construir un nuevo Bagnoli en la zona de Italsider, estableciendo buenas condiciones laborales y un fuerte patrimonio”.

Whyte, autor del libro Ecocide: Kill the Corporation Before It Kills Us (Ecocidio: matemos a la empresa antes de que nos mate), publicado en 2020, afirma que “los dados están cargados en contra de las comunidades devastadas y a favor de la empresa, pero en última instancia, el único poder de cambio reside en las personas”. Y añade: “Tenemos un sistema creado para producir contaminación, donde las empresas son probablemente las principales contaminadoras y los Estados las apoyan. ¿Quién puede cambiar esta situación? Nuestra única solución es organizarnos en nuestras comunidades y lugares de trabajo”.

Rossario Nasti de Mare Libero explica cómo esta organización y movilización están ligadas a repensar nuestra relación con el océano: “Nuestra idea es que el mar no debe considerarse únicamente para usos económicos como la industria y el turismo. Su valor va más allá del consumo. Se trata de salud pública, tanto mental como física. Se trata de una lucha ambiental, cultural y social”.

Agradecimientos a Susanna Poole, participante en el Giardino Liberato, otro de los espacios urbanos comunes de Nápoles, por interpretar durante la entrevista con Rosario Nasti, realizada después de una de sus asambleas semanales.