A pesar de los diferentes contextos sociales y políticos, Finlandia, Alemania y Francia encaran una misma cuestión: la eliminación segura de los residuos nucleares

A pesar de los diferentes contextos sociales y políticos, Finlandia, Alemania y Francia encaran una misma cuestión: la eliminación segura de los residuos nucleares

Fotografía tomada el 6 de marzo de 2023 de las instalaciones de la central nuclear de Olkiluoto (Finlandia), situada junto a Onkalo, una nueva instalación de almacenamiento definitivo de combustible nuclear gastado, actualmente en construcción. Cuando Onkalo abra sus puertas en 2025, Finlandia se convertirá en el primer país del mundo en disponer de un depósito para residuos nucleares que podrá almacenarse de forma segura durante al menos 100.000 años.

(Maxime Riché)

“Parece papel pintado”, comenta Jean-Pierre Simon, señalando la línea de árboles verde oscuro que separa los campos, y que ahora brilla bajo el sol del crepúsculo. Admira este paisaje desde hace décadas. “Pero pronto habrá una vía férrea y un tren con residuos nucleares en el horizonte”, se lamenta el agricultor en tono amargo. Su familia lleva tres generaciones viviendo aquí, cerca de Bure, en el departamento del Mosa, en el noreste de Francia. La pregunta consiste en saber cuántas generaciones más se quedarán aquí para cultivar estos campos en el futuro.

“Nuestro objetivo es reconciliar la economía con nuestro planeta”, prometió Ursula von der Leyen cuando presentó la adopción del Pacto Verde Europeo en 2019, poco después de asumir por primera vez la presidencia de la Comisión Europea. Dos años después, el Parlamento Europeo aprobó la Ley Europea del Clima, que prometía convertir a la Unión Europea en climáticamente neutra para 2050. Un año después, en 2022, el Parlamento Europeo acordó clasificar las inversiones en gas natural y energía nuclear como fuentes de energía respetuosas con el clima. En las últimas elecciones europeas, celebradas en junio de 2024, el Partido Popular Europeo de centroderecha, liderado por von der Leyen, volvió a asegurarse la mayoría de los escaños.

No obstante, los Estados miembros de la Unión Europea siguen divididos a la hora de invertir, y de depender, de la energía nuclear. Por un lado está Francia, que actualmente produce alrededor del 70% de su electricidad mediante energía nuclear, y que recientemente aprobó una ley para facilitar la construcción de seis (y hasta 14) nuevos reactores. En 2023 entró en producción regular el primer reactor europeo de agua a presión (EPR) de Finlandia, en la segunda central nuclear del país, Olkiluoto. La primera central nuclear del país, Loviisa, empezó a funcionar en 1977. Y aun cuando algunos países de la Unión Europea, como Polonia, planean empezar a construir sus primeras centrales nucleares en los próximos años, otros, como Alemania, han optado por no producir energía nuclear. Las últimas centrales nucleares del país se cerraron en abril de 2023.

Sin embargo, no es solamente el proceso de producción de energía nuclear lo que desata la polémica, sobre todo después de la devastación causada por los accidentes de Chernóbil (Ucrania, en 1986) y Fukushima (Japón, en 2011). Los países que han producido y dependido de la energía nuclear, como Francia, Alemania y Finlandia, encaran la misma cuestión: ¿Cómo eliminar de forma segura los residuos nucleares?

Finlandia: se amordaza a los detractores en medio de un apoyo generalizado

Finlandia se considera uno de los precursores en materia de energía nuclear. Hace unos 20 años, el municipio de Eurajoki, en el oeste de Finlandia, no solamente aceptó la construcción de un generador nuclear de agua a presión EPR, sino también la excavación de Onkalo. Se trata de un depósito de combustible nuclear gastado, cuyo nombre significa “cueva” en finés. Se convertirá en el primero de su clase en el mundo en el momento de su inauguración, prevista para 2025, tras un costo de construcción de 900 millones de euros. Se prevé que el costo total alcance los 5.000 millones de euros.

Onkalo, gestionado por la empresa energética finlandesa Posiva Oy a unos 240 kilómetros de Helsinki y situado a 400 metros bajo la superficie de la Tierra, excavado en el lecho rocoso de granito finlandés, se convertirá en el lugar de reposo final de las barras de combustible nuclear usado procedentes de los cinco reactores del país: tres en la isla de Olkiluoto, justo al lado, y dos en Loviisa, al sureste del país.

El proyecto Onkalo funciona según el modelo de seguridad de combustibles nucleares KBS-3 (por sus siglas en sueco) de tres barreras protectoras, desarrollado por primera vez en Suecia: las barras de combustible gastado se introducen en cilindros de cobre, que ofrecen la primera barrera contra la propagación de nucleoides. A continuación, los cilindros se introducen en ranuras excavadas en granito. Por último, la arcilla bentonítica sella las cápsulas de cobre en sus ranuras y rellena los túneles de deposición, además de actuar como amortiguador entre el cobre y el granito.

A pocos kilómetros de Onkalo, en Eurajoki, vive Sirkka Saloma. Tiene 74 años y fue testigo de la llegada de la industria nuclear a la región, allá por la década de los años setenta. “Al principio hubo una fuerte oposición a los reactores, pero acabó por desaparecer”, explica a Equal Times.

Una de las explicaciones radica en el enorme apoyo financiero que el operador de la central nuclear, TVO, presta al municipio de Eurajoki. En 2022, sobre un total de 57 millones de euros en ingresos fiscales para el municipio, TVO habría pagado 20 millones de euros en impuestos sobre la propiedad, según el alcalde de Eurajoki.

Sirkka apoya la presencia de TVO y de Onkalo, como la mayoría de los habitantes de Euajoki con los que habló Equal Times . Su confianza podría considerarse representativa de la actual población finlandesa. Aun cuando en 1983 la aceptación de la energía nuclear se situaba por debajo del 25%, en 2024 ya alcanza el 61%, según una encuesta reciente. Y las opiniones negativas disminuyeron del 40% al 9% durante el mismo periodo de tiempo.

Sin embargo, estas cifras no significan que todo el mundo esté de acuerdo con el proyecto.

Hablamos con varios residentes, figuras históricas de la oposición implicadas durante décadas en las protestas contra la construcción de Onkalo, o con personas más jóvenes, activas hasta hace poco, que pidieron permanecer en el anonimato. Todas ellas comparten un rasgo común: se sienten amordazadas, ya sea mediante un ostracismo tácito o con enfrentamientos más explícitos.

Una de las personas con las que hablamos relata que, tras una fase inicial hace más de diez años en la que los detractores eran más numerosos, los partidarios de Onkalo a nivel local empezaron a ejercer presión contra los oponentes para asegurarse de que la ciudad ganaba el proyecto y conseguía los beneficios económicos.

Algunos llegaron a intimidar a los detractores, “a veces pasando por debajo de su ventana armados con fusiles”, recuerda un habitante. Conocimos a otra persona que tenía la sensación de que, como su oposición al proyecto era públicamente conocida, poco a poco había ido perdiendo a sus amigos y tuvo que buscar trabajo en otras ciudades, cada vez más lejos de su pueblo natal. Intuía que los empleadores locales no querían contratarla debido a sus opiniones, aunque ninguno dio explícitamente esta razón. Otro de los opositores, tras participar en una de las marchas organizadas contra la energía nuclear hace unos años, sufrió una violenta represión policial y también decidió abandonar la lucha, buscando refugio en una propiedad aislada, lejos de aquellos dolorosos recuerdos.

Al otro lado del golfo de Botnia, los trabajos de los investigadores del KTH Royal Institute of Technology de Estocolmo (Suecia) cuestionan la durabilidad a largo plazo de los contenedores de cobre. Para ofrecer protección frente a cualquier radiación, las cápsulas tendrían que albergar los residuos nucleares de forma segura durante 100.000 años. Sin embargo, en un estudio publicado en enero de 2023, el científico especializado en corrosión Jinshan Pan y su equipo señalan riesgos debido a las fragilizaciones, las grietas y la corrosión a causa de los sulfuros presentes en las aguas subterráneas y reclaman “una comprensión exhaustiva del mecanismo de corrosión [...] a fin de proporcionar una base científica sólida para la evaluación de riesgos de los recipientes de cobre en el almacenamiento final de residuos nucleares”. En pocas palabras, pidió más estudios sobre la corrosión del cobre. El operador de Onkalo, Posiva, se opuso a estas conclusiones, argumentando que los niveles de sulfuro son lo suficientemente bajos como para ignorar este tipo particular de corrosión. Por el momento, no ha realizado nuevas investigaciones sobre la cuestión.

Alemania abandona la energía nuclear

Mientras Finlandia se apresura a ser el primer país en tener un depósito de combustible nuclear gastado en pleno funcionamiento, otros países como Alemania parecen estar aún muy lejos de designar un emplazamiento.

Todo comenzó sobre bases poco sólidas en 1977, cuando se designó una cúpula de sal cerca de Gorleben, entre Hamburgo y Berlín, como último lugar para almacenar el combustible nuclear gastado.

Esta decisión desencadenó un movimiento de oposición masivo, que contribuyó a formar el “Anti-Atom-Bewegung”, el movimiento antinuclear en Alemania. Wolfgang Ehmke, portavoz de la Bürgerinitiative Lüchow-Dannenberg, el movimiento antinuclear cerca de Gorleben, es un activista de la primera hora. El abandono de la energía nuclear en Alemania “no se debe solamente a nuestra acción, sino también a una serie de acontecimientos afortunados y desafortunados”, señala.

Tras la catástrofe de Fukushima, el Gobierno alemán se comprometió a abandonar la energía nuclear en 2011, aunque en 2013 reinició la búsqueda de un futuro vertedero de residuos nucleares.

La primera fase de esta nueva búsqueda concluyó en 2020 y declaró de facto que Gorleben no era adecuado para una infraestructura de este tipo. Sus características geológicas no reunían las condiciones a las que debería responder el futuro vertedero.

En la actualidad, el análisis de la ubicación avanza lenta pero sostenidamente. En una entrevista reciente con el periódico local Braunschweiger Zeitung, la presidenta del organismo federal para el almacenamiento de residuos Nucleares (BGE), Iris Graffunder, explicó que para 2027 deberían haberse fijado diez posibles sitios. Sin embargo, la decisión final sobre la ubicación no se anunciará antes de 2046.

En cuanto a Gorleben, este organismo federal para el almacenamiento de residuos nucleares anunció su desmantelamiento el año pasado. La sal que se extrajo para la construcción de este repositorio quedó almacenada en un montón desde entonces y deberá devolverse a la cúpula a finales de este año. Pendiente de cada acción y gesto de este organismo, el movimiento antinuclear Bürgerinitiative Lüchow-Dannenberg sigue manteniéndose crítico con respecto a la fecha: “Seguimos esperando la anunciada prueba de funcionamiento, antes del desmantelamiento definitivo”, explica Ehmke. Hasta entonces, su mantenimiento habrá costado 20 millones de euros al año.

Alta tensión en torno a los nuevos depósitos de residuos en Francia

Las golondrinas entran y salen volando del granero de Jean-Pierre, que les da cobijo y sombra en una calurosa tarde de junio. JP, como le conoce todo el mundo en Bure, armado con un rastrillo, lleva trabajando desde primera hora de la mañana, como todos los días. Una hilera de vacas marrón y blanca mastica perezosamente su heno. Solo de vez en cuando rompe el silencio un mugido sordo.

Sin embargo, Bure, en el noreste de Francia, a unos 300 km al este de París, está lejos de ser tranquilo. El pueblo, donde viven unas 80 personas, es el principal escenario de una lucha política entre el Estado francés y los activistas antinucleares. Es en este lugar donde los manifestantes se han enfrentado a la policía en numerosas ocasiones. En 2018, unos 500 policías fueron movilizados para evacuar a los manifestantes que ocupaban un bosque cercano. Aun hoy, las tensiones siguen siendo palpables en Bure y los pueblos vecinos. Los coches de policía patrullan las calles con frecuencia, los habitantes denuncian los registros domiciliarios y el hecho de vivir bajo constante vigilancia policial.

¿El motivo? El subsuelo de Bure es un repositorio en construcción para depositar los residuos nucleares de Francia. Denominado Cigéo por “centro industrial de depósito geológico” (en inglés), debe almacenar un total de 83.000 m³ de residuos nucleares de alta, larga y media actividad. Francia produce alrededor del 70% de su electricidad a partir de la energía nuclear.

Los residuos que se almacenarán en Cigéo representan solo el 3% de los residuos de Francia, pero el 99% de su radiactividad.

Algunos de los manifestantes que acudieron a Bure para apoyar la protesta local decidieron quedarse y revitalizar el campo con una agricultura sostenible. Como Mila y Jan, que esperaban empezar aquí un nuevo capítulo de sus vidas, lejos del clamor de la ciudad. Su sueño es criar cabras: “Nos gustaría producir nuestro propio queso de cabra, para tener lo necesario para nosotros y quizás vender o intercambiar con otros agricultores”, comenta la joven pareja, que hasta hace poco vivía en una vieja casa de un pueblo cercano a Bure. Sin embargo, este verano, la prefectura les obligó a marcharse. Mientras las autoridades locales invocaban las aparentes “condiciones insalubres” de la vivienda, el casero de Jan y Mila está convencido de que el alcalde del pueblo simplemente no quiere que ningún detractor de Andra, la agencia nacional francesa de gestión de residuos radioactivos, se instale en el municipio. Desde el año pasado, Andra se ha embarcado en un programa de apropiación a gran escala sin precedentes para adquirir los terrenos necesarios para construir el depósito.

A pesar de los altos niveles de radiactividad de los residuos nucleares, Andra ha ofrecido garantías de que la ubicación en Bure es segura: Cigéo se está construyendo dentro de una capa de arcilla Callovo-Oxfordiana, que se depositó allí hace unos 160 millones de años. El acondicionamiento de los residuos y la capa protectora de roca arcillosa ayudarán a evitar la dispersión radiactiva, afirma la agencia. El almacenamiento está diseñado para seguir siendo seguro durante su funcionamiento a lo largo de 100 años, así como después de su cierre, durante otros 100.000 años. El proyecto de almacenamiento profundo debería entrar en su fase piloto en 2035.

No obstante, saber si los agricultores de varias generaciones, como JP, o los recién llegados, como Jan y Mila, podrán seguir viviendo aquí, es otra cuestión. Andra tiene previsto adquirir otras 550 parcelas para continuar con la construcción de su megaproyecto. Cigéo fue declarado de interés público en 2022, por lo que la empresa tiene ahora derecho a expropiar a los propietarios de las tierras. “Tengo 64 años, es hora de que me jubile”, dice JP. “Mi hijo solicitó hacerse cargo de la explotación, pero Cigéo también quiere quedarse con algunas de mis parcelas”, lamenta. La agencia pidió recientemente una franja adicional de terreno junto a la antigua vía férrea que se convertirá en el canal de transporte del combustible nuclear gastado entrante, lo que incrementa la amenaza sobre la viabilidad de las parcelas de JP, que serían mucho más difíciles de trabajar, o de vender, si se accede a la petición de Andra.

En el proceso en curso, que lleva pasando factura a los agricultores y habitantes de la zona durante los últimos 15 años, también se está produciendo otra forma de coacción mucho menos visible: en un documento filtrado elaborado por un ingeniero de operaciones terrestres de Andra, que Equal Times pudo consultar, los agricultores de la región aparecen enumerados y etiquetados en función de si han sido o pueden ser “controlados”.

En enero de 2023, Andra presentó una solicitud al organismo nacional de seguridad nuclear, el IRSN (Instituto de Protección Radiológica y Seguridad Nuclear), para autorizar la construcción del vertedero definitivo en lugar del actual laboratorio subterráneo. Tras una reforma del organismo de seguridad nuclear el año pasado, y la finalización del mandato de su anterior presidente, su nuevo responsable fue nombrado en mayo de 2024. Y se trata nada menos que del actual presidente de Andra, Pierre-Marie Abadie, designado por el presidente Emmanuel Macron. Esta elección suscitó dudas sobre la integridad de todo el proceso de autorización del proyecto, ya que los detractores señalaron que existe un conflicto de intereses.

“Por ahora, no vemos las excavadoras destrozando el suelo”, dice JP, pero mantiene su escepticismo: “Tengo dudas sobre si seré capaz de quedarme aquí en caso de que se apropien de mi granja. Pero no tengo mucho tiempo para reflexionar y pensar en ello”, concluye.

Por ahora, JP debe volver al trabajo.

Este artículo ha sido traducido del inglés por Patricia de la Cruz